martes, 15 de marzo de 2011

NEPOTISMO? DELFINAZGO? OPORTUNISMO? SOLIDARIDAD FAMILIAR? TRADICIÓN?

De todo un poco: esa podría ser la respuesta para entender el fenómeno de las familias políticas colombianas, una tradición que se remonta a los orígenes de la historia republicana y que cobra vigencia en época de elecciones. La existencia de castas políticas es una realidad no solo en Colombia, sino en otras latitudes. No es sino recordar los Kennedy o los Roosevelt, en Estados Unidos; los Frei en Chile o los Figueres en Costa Rica, para citar algunos casos.
En Colombia, se recuerdan apellidos como los Lleras, los López, los Gómez, o los Ospina como los más tradicionales de la política. En la actualidad. Las casas políticas tradicionales han sido remplazadas por modernas famiempresas políticas muy eficientes a la hora de ubicar a sus miembros en cargos del Estado.
En el nivel regional hay casos por todo el territorio. Grupos familiares que influyen, para bien o para mal, sobre sus comarcas desde hace varias décadas. Organizaciones políticas que se dedican profesionalmente al ejercicio de la administración pública, que se han perpetuado en el poder regional y cuyos patriarcas reciben diversos nombres: gamonales, caciques o barones electorales.
Los partidos tienen que encontrar de alguna manera, buscar a como dé lugar el camino, para que haciendo uso de todas la herramientas que tiene la democracia elegir en su seno candidatos que no solo los represente sino que además puedan realizar una labor en beneficio de toda la comunidad y no de una sola familia.
Pienso que a la final no es malo, ni tan inconveniente que haya miembros de una sola familia en la actividad política, lo malo esta es en que resultan trabajando para sí y no para el pueblo. Se concentran en buscarle puesto, contratos a sus miembros y hasta les garantizan la adjudicación de las mejores licitaciones. Es evidente en local, regional y nacional.
En Santander el asunto también está de moda. Por eso hacemos un llamado a patriarcas, gamonales, caciques y barones electorales de todos los partidos y movimientos para que ajusten sus decisiones a los parámetros y lineamientos de la democracia, pero una democracia participativa, no de nombre. Observemos y no pasivamente como se están cayendo reinos familiares en el mundo que hasta hace muy poco eran intocables.

No hay comentarios:

Publicar un comentario